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UNA GLORIA DEL DEPORTES QUINDÍO

Muchas figuras pasaron por el equipo de nuestra tierra, el Deportes Quindío, muchos los momentos que vivimos asistiendo al estadio, muchos los goles que gritamos y celebramos.

 

Como olvidar a ese equipo de 1997 conformado por Daniel Tilger, Jorge Victoria, Carlos Ortiz, Rubén Darío Hernández, Alex Posada, comandado por el colombo-argentino Oscar Héctor Quintabani. Un equipo que dejó escapar su segunda estrella en los últimos instantes frente al Atlético Bucaramanga en el torneo del segundo semestre de ese año.

 

En este equipo también destacaba la presencia de uno de los mejores defensores que ha dado la Ciudad Milagro, Robinson Rojas. “Un jugador de corte clásico, con buena técnica para salir desde el fondo, bueno en el fútbol aéreo y con una increíble pegada” así lo retrata uno de los mejores periodistas del departamento del Quindío, luego de 46 años de seguir al club cuyabro, como aficionado, hincha y periodista, James Padilla es uno de los hombres con más conocimiento del balompié regional.

 

Robinson Rojas es un hombre alto, aproximadamente 1, 85 de estatura, fuerte y que se limita a hablar lo necesario, su paso por el Quindío duró entre siete u ocho años, en los cuales se caracterizó por su liderazgo en el equipo, luego jugó para equipos como Cortuluá, Pasto, Huila y América. “Éra un líder, tanto dentro como fuera del campo. Un hombre que orienta a sus compañeros para hacer un buen trabajo”, señala el ex arquero profesional Juan Gabriel Bueno, un hombre que tuvo un paso por el fútbol paraguayo, actuando para el club Petírosi, de la capital guaraní.  Y que también tuvo la posibilidad de jugar al lado de Robinson en el año de 1999, consolidando haciendo parte de la plantilla del Deportes Quindío.

 

Sentado en una banca, de una de las cafeterías que hay a las afueras de la Universidad del Quindío y tomando un café con leche, Rojas me cuenta habla  sobre su niñez y sobre su inicio en el fútbol. “Yo me crie en una zona baja de Armenia, estrato uno o dos, no recuerdo, me crie en una familia sin un padre, sólo con mi madre y con una tía que fue como mi segunda mamá. Mi madre siempre me dio su apoyo para jugar al fútbol. Yo creo que más que nacer la pasión por este deporte, ya lo traía adentro, creo que la pasión por el fútbol viene en la sangre, y más cuando tu padre también ha sido un futbolista”, en ese momento respira fuerte, toma un trago de café y terminando dice “Nivaldo Peixoto”.

 

Más allá de los recuerdos, Robín, como lo llaman sus amigos, se ha convertido en un modelo a seguir para los jóvenes, fundando su propia escuela de formación futbolística y afrontando la política cómo un nuevo reto. “Robinson es un buen muchacho, un buen ciudadano y eso lo ha mostrado desde su juventud y desde sus inicios como futbolista profesional” señala James Padilla, “él tuvo partidos excepcionales, a mí me gustaba mucho su manera de jugar. El fútbol de Robinson en la parte posterior era increíble. En general este hombre era una figura preponderante del equipo”.

 

Robinson Rojas nació el 1 de junio de 1972 en la ciudad de Armenia, un hombre que emprendió su camino por el fútbol y alcanzó la gloria en dos ocasiones, coronándose como campeón con los equipos de Deportivo Pasto y Cortuluá, en el apertura 2006 y en la Primera B. “Yo creo que ese es el sueño de muchos futbolistas, ser campeón. A mí se me pudo dar, yo creo que en Tuluá no se reconoció como estrella, pero tuve la fortuna de lograrlo allá y lograrlo en Pasto, y eso es algo, como le digo,  que te llena, que te marca y que te deja de por vida, una imagen que no se va a borrar, que siempre va a poder estar ahí, que se va a poder mostrar a tus hijos, a tus nietos y que podrá perdurar de generación en generación”, dice Robinson quién se toma un tiempo para platicar con su amigo Alexander Rubiano, quién es profesor de Licenciatura en Educación Física en la Universidad del Quindío y también ex jugador del cuadro cuyabro entre 1998-1999.

 

A la hora de hablar de la pegada de Robinson, James Padilla hace gesto de asombro, de recuerdos dulces que le vienen a la mente, para él Robinson era una máquina para meterle terror al equipo contrario antes de cada cobro de tiro libre. “Tenía una pegada exquisita, no sé si aún la conserve, pero cada vez que le dejaban un tiro libre clarito, ya podíamos estar parados para aplaudir semejante golazo” afirma Padilla.

 

Siendo un hombre de casa, humilde y trabajador, Robinson se ha convertido en un padre de familia destacado, al que le llegó la más grande felicidad hace aproximadamente trece años. Estefanía, Robinson e Itan, son los nombres de sus tres hijos, que han marcado muchos goles en el corazón de su padre.

“Me he convertido en un hombre de casa, salgo de mi trabajo para mi casa a compartir con mis hijos, un fin de semana cuando no estoy ocupado, comparto con mis hijos y con mi esposa”, dice Rojas con voz alegre.

 

Luego de terminar un partido amistoso en el estadio Alpidio Mejía en el municipio de La Tebaida, Juan Gabriel Bueno recuerda una de las anécdotas que tuvo con Robinson Rojas, “un arquero cuando se equivoca, casi siempre es gol. Él en un partido contra Cortuluá acá en Armenia, partido que perdimos uno a cero, en la jugada de pronto salí yo y me hicieron el gol por el palo mío y él me dio todo su apoyo para que siguiera adelante” señala con  entusiasmo.

 

José Julián Gil tuvo la oportunidad de jugar en el Deportes Quindío de 1999 y luego ir a Panamá para jugar con el Atlético Nacional de ese país. Antes de viajar, también tuvo la posibilidad de actuar al lado del jugador cafetero, “Robinson es un caballero, un líder innato, ahora ya no está dentro del terreno de juego pero si tiene otro en su casa, en el trabajo y en la vida. Siempre la caballerosidad y la mente positiva lo acompañaron”.

 

Robinson se caracteriza por ser una persona abierta pero poco expresiva, es amigable y no dice más de lo necesario. Su entorno gira día a día alrededor del fútbol y de su familia, amor y pasión.

Robinson Rojas, una vida dentro y fuera de las canchas

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