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SELECCIÓN NATURAL

Existen dos tipos de personas y animales. Los fuertes y los débiles. Los depredadores y las presas. El más fuerte sobrevive. El más apto sobrevive. Selección natural y cadena alimenticia. Estas son las características de una sociedad, comunidad o ecosistema. El mundo se rige por una simple selección natural. El fuerte se come al débil. El débil se podrá adaptar al entorno y volverse fuerte. Pero hay cosas que nunca cambian. El débil siempre será débil, porque siempre habrá alguien más fuerte, en la oscuridad, esperando atacar.

Leslie Vanessa Carvajal Calle

Gota a gota, depredadores.

 

2011, Caicedonia, Valle del Cauca.

Martha López comienza su día a las cuatro y media de la mañana. La hora muerta, cuando reina el silencio, cuando sólo puede escuchar sus pensamientos y su corazón latir. Baño, desayuno. Ya vendrán. Barrer, trapear. No tengo el dinero suficiente. A las seis abre su miscelánea que queda contigua a la casa. Nadie llega, nadie compra. Aún es muy temprano, tranquila. Hoy será un buen día, si Dios lo permite. Pero la historia no comienza aquí. Martha dice que le gustaría haber sido más fuerte para evitar todo, pero también dice que todo pasa por algo. No hay mal que dure 100 años, ni cuerpo que lo aguante. Ella aguantó 21.

1990. Sevilla, Valle del Cauca. La presa cae.

La primera vez que solicitó dinero prestado, fue a Humberto Díaz, prestamista informal que cobraba una tasa de interés mensual del 10%. Sólo fueron 100.000 mil pesos. Necesitaba pagar el arriendo y el negocio de ropa no lo podía pagar. Mi esposo en ese tiempo estaba ahorrando para dar la primera cuota inicial de una casa, entonces no podía ayudar.

En el mundo de los fuertes, existen dos tipos de personas: el prestamista y el “gota a gota”. Los dos son informales e ilegales. El prestamista, el menos peligroso de los dos, podría decirse, pero al fin y al cabo, depredador es depredador. El prestamista, como Humberto Díaz, cobra una tasa de interés más baja que va desde el 10% y es mensual. El gota a gota, el mayor depredador. Cobra una tasa de interés mensual del 20%, con la diferencia que ese interés, se paga diario, cada día, sin falta.

Según un informe de inclusión financiera, en Colombia tanto los microempresarios (9%) como las personas que no tienen negocio (6%) continúan buscando en prestamistas informales o gota a gota la forma de obtener el dinero que necesitan rápido y fácilmente.

El gota a gota, es el más peligroso. Además de cobrar intereses de usura, llevar armas y andar por todos los negocios repartiendo volantes de: “Presto dinero fácil”, repartían dinero camuflado de amenazas y el anonimato de quién prestaba, porque no, nunca se sabía quién era el prestamista oficial, siempre mandaban intermediarios, gente intimidante, que causara miedo con solo verlos. Los gota a gota son el tormento y la “salvación”, pero sólo de momento, de muchos colombianos. El banco de los pobres. Sólo buscan personas que tengan negocio, que tengan entradas diarias para poder cobrar los intereses.

1991, Caicedonia, Valle del Cauca. La presa vuelve a caer.​

Caicedonia, pueblo que apenas estaba avanzando. Sólo una calle pavimentada y de resto, potreros. Martha, su esposo y sus dos hijas fueron a vivir a su nueva casa, rodeada de potreros y soledad. Casi no habían casas, sólo unas cuantas. Al ser un sector poco habitable, ya no era rentable colocar un negocio de ropa, así que optaron por una miscelánea, donde se vendían cosas de primera necesidad.

El depredador tiene varias formas de cazar. Primero, está hambriento y busca sigilosamente una presa. Tiene forma de camuflarse, es astuto y no se dejará ver fácilmente.

Volví a caer. Es un círculo vicioso. Una bola de nieve que se hará cada vez más grande. Uno sabe que eso no es una solución, nunca en la vida será una solución. Es de momento. La ventaja de los gota a gota es la facilidad con que prestan el dinero, además de la rapidez. Yo puedo necesitar 200.000 mil pesos para hoy y llegan. Ellos lo único que necesitan es ver la necesidad.

Esta vez, se repartieron las necesidades así. Martha cumplía con la cuota mensual de la casa, alimentación y servicios. Su esposo cumplía con ahorrar para el estudio de sus hijas, que en ese momento estaban pequeñas.

“Yo sólo hice bachillerato, me casé muy joven y cometí el error de no estudiar. Hubo ocasiones en las que le dije a mi esposo que el negocio simplemente no daba para cumplir con esas obligaciones económicas. Él me respondía que entonces las niñas se quedaban sin estudio porque él no podría ahorrar para ello. No volví a hablar más del tema. No me importaba que tuviera que recurrir a esas personas, para mí el estudio, es lo más importante. Yo quería que mis hijas estudiaran y fueran se convirtieran en profesionales, porque eso fue lo que yo no tuve”.

“El mayor error que cometí, fue no haberme parado, como un muro y haber dicho que no era capaz. Pero el miedo y el temor, me invadió”.

 

Cuando el depredador ve a su presa, no le quita el ojo. La sigue con la mirada, acercándose cada vez más.

Una forma de definir a los gota a gota es con una palabra, intermediarios. Recorren calles en sus motos, con sus cascos y armas enfundadas en su ropa negra. Ni siquiera cuando se quitan sus cascos, se les identifica, ya que parece que el sol siempre les afectara, ya que nunca se quitan sus gafas. Desde las siete de la mañana hasta las once de la mañana recorren cada negocio, cada persona. Siempre son dos personas, la que maneja, el que entra al negocio y cobra o entrega dinero y marca su tarjeta amarilla con el nombre del cliente, la fecha, los intereses y el capital. Así, al terminar el día, el depredador ha cazado varias presas. El que va atrás de la moto es el que se queda afuera del negocio, vigilando, acechando, tocando constantemente su arma blanca o de fuego. Seguro de que quién se interponga, no saldrá vivo.

La alcaldía, los taxistas, los vendedores, los jóvenes y los ancianos saben quiénes son. Todos lo saben, ¿cómo no saberlo? Pero todos en silencio, rumorean, pero todos callados. “Es un secreto a gritos”, dice Martha. Todos lo saben, todos saben quiénes son, o por lo menos los identifican, pero nadie dice nada.

Lo máximo que le prestaban a Martha, era 600 o 700 mil pesos. Nada más. Claro, habían personas que les podrían prestar más, pero a ella no.

Al comienzo, ella era muy buena paga, ya que sólo tenía una o dos personas. Ellos, los gota a gota, al observar esto, llevaban más de su gente, porque ellos se conocían entre sí. O decían que si conocía a personas que necesitaran dinero. El depredador buscando más presas.

Cada vez que Martha no tenía el dinero, ellos volvían horas más tarde, pero cobrando más y decían: “Entonces deme una gaseosita y unas papitas pues”. En otros negocios era diferente: “Entonces como no puede pagarme, deme ese reloj, esa ropa”. Y así hasta que se recolectaba el dinero del día.

Monólogo de una presa.

 

Desde 2011 hasta 2012, fueron los peores años de mi vida. Debía una cantidad exorbitante de dinero, que ni yo sabía cuánto era. Cada peso que vendía en la tienda, estaba destinado para pagar las deudas a las personas que llegaban a las siete, nueve, once de la mañana, luego a las dos, cuatro, seis de la tarde. Y por último a las siete y nueve de la noche. A la final, estaba trabajando para ellos, tratando de sostener una mentira de casi 20 años, por el miedo y el temor que vivía. Por no ser capaz de enfrentar mis miedos, aguanté hasta que todo salió a la luz. Le debía a 8 gota a gota. Y a 28 prestamistas, que eran personas que conocía o personas me recomendaban.

Las necesidades se volvieron tan insaciables que tenía un gota a gota para cada necesidad. Uno para alimentación, otro para invertir en el negocio, servicios, cuota de la casa, educación y así. Y los prestamistas eran para pagarles a los gota a gota y hay veces utilizaba los gota a gota para pagarles a los prestamistas.

Ellos no sólo afectan la economía de una persona o familia. El primer síntoma que tuve fue la inapetencia. No comía. Al desayuno comía una arepa. El almuerzo lo dejaba casi completo y en la comida también. La segunda réplica fue peor. El sueño. Dormía interrumpidamente y cada vez que me levantaba, el pensamiento era: las deudas. El tercer síntoma que lo podía manejar, eran mis ojos. Me acostumbré a que cada mañana, cada tarde y cada noche estuvieran rojos de tanto llorar. Me acostumbré a que cada mañana, cada tarde y cada noche, mi boca estuviera seca de tanto rogar y orar a Dios para que me liberara de esta condena, de vivir encerrada. Porque mis días se iban en eso, en abrir el negocio y ver que cada vez escaseaba el dinero y las cosas. Una persona debe ser libre de soñar, de pensar en todos los colores e imaginar metas, pero cuando no eres dueño ni de tus pensamientos, te vuelves un esclavo. Porque en eso me convertí, me arrebataron mis sueños, mi cuerpo, mi trabajo y mis pensamientos, porque todo era de ellos.

Al final, mi cuerpo se convirtió en un cadáver. Estaba más delgada de lo normal, mis labios agrietados, mis ojos grandes y rojos con bolsas y ojeras. Se me caía el cabello y se me partían las uñas. Recuerdo que una vez no tuve el dinero de dos días. Llegaron y me amenazaron con contarle todo a mi esposo y matar a mis hijas. Ahí fue cuando tuve que robarle el dinero que mi esposo había ahorrado. Y ahí me convertí en la depredadora, cacé a mi esposo, pero débil siempre será débil. Y al final tuve que huir porque mi esposo se había enterado de todo, al igual que mis hijas, descubriendo el robo que llevé a cabo. Y tuve que ver a mi madre, a mi esposo, a mis hermanas llorando por mis errores. Cerré el negocio y me fui a la casa de mi madre a llorar como una niña en su regazo, de nuevo.

2012, Caicedonia, Valle del Cauca. El depredador vuelve a atacar.

Luego de que Martha huyera, al otro día, ellos volvieron. Sólo estaban sus dos hijas. La mayor, salió a decir que ella ya no vivía aquí. “Esa malparida se voló”, fue como respondieron.

Ellas no podían abrir las ventanas, todo debía estar cerrado. No se podían acercar a las ventanas para no ser atrapadas. Esa tarde, volvieron. Eran las cinco y el calor se sentía en las paredes. Tocaron, gritaron. Estuvieron ahí por lo menos una hora hasta que comenzaron a atacar. La hija menor comenzó a llorar diciéndole a su hermana que quería que todo se terminara, que se fueran y las dejaran en paz. Ella la abrazó mientras el sol caí junto con los vidrios de las ventanas. Se escuchaban las piedras impactando sobre el metal de las puertas y las maldiciones de los gota a gota. Así, hasta que se cansaron y se fueron. Mientras que quedaba en la mente de ellas, un recuerdo que jamás olvidarían.

El débil siempre será débil.

En una sociedad siempre existirá el fuerte y el débil. Es una necesidad y debe ser así, necesitamos a alguien para cazarlo. Como una cadena alimenticia, y por encima estarán los depredadores. Se seguirán viendo a estas personas en sus motos, con sus armas e impartiendo miedo y dinero. Al igual que se seguirán viendo niños llorar por sus padres o padres llorar por sus niños. No se sabe qué tipo de personas están detrás de esto, lo único que se sabe es que seguirán atacando. Martha sólo es un caso entre muchos. Sólo en ese pueblo, aproximadamente 50 personas estaban endeudadas con gota a gota o prestamistas. Yolanda, una señora de 40 años acabó con su tienda para pagar la deuda. Carlos, que tenía un almacén en el centro del pueblo, apenas hizo un crédito y se pudo salir. Dos personas, de las cuales no se sabe el nombre, se suicidaron por las deudas. Y Ana, una señora de 53 años, un día ellos fueron a la casa de ella y entraron a la fuerza. Dejaron una carta que decía que si no pagaba al día siguiente, le robaban todo lo que tenía en la casa. Esa noche, Ana se fue, huyó de ahí.

Luego que Martha se fue de Caicedonia, mataron a tres gota a gota: Luis Fernando, Fernando y “sancocho”. Y a dos prestamistas: Enrique y Hernando. El débil se podrá adaptar al entorno y volverse fuerte. Pero hay cosas que nunca cambian. El débil siempre será débil, porque siempre habrá alguien más fuerte, en la oscuridad, esperando atacar.

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Martes, 7 Junio 2016

TEXTO: LESLIE VANESSA CARVAJAL CALLE

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