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UN CLIENTE MÁS

Maria Paula Ramírez Arbélaez

Una casa en obra negra, dos cuartos, una cocina por terminar y pocos enseres. Un hogar conformado por cinco personas. Esta es la familia Vélez del barrio La Virginia. José Over, la cabeza de su hogar y Teresa su esposa deciden unir sus vidas en el año 1978 y formar una familia ideal, padre, madre e hijos. Él es un jornalero que todos los días sale a buscar algo qué hacer en cualquier finca para así llevar un poco de dinero a su casa. Ella, una comerciante que vende ropa puerta a puerta, así los dos con sus pocos ingresos sostienen a sus tres hijos Julián, Luis y Diana.

- Que mi Dios y la virgen me lo protejan José. ¿Para dónde va hoy? –le pregunta Teresa.

- No sé mija, ayer me dijeron que fuera pa' Tebaida pero eso por allá no dan mucho. Voy a ver para donde cojo. Y usted, ¿Cuál es su ruta?

- Mijo hoy tengo que cobrar esas culebritas que tengo por ahí, solo tenemos arroz y panela y ya nos van a cortar el agua, usted sabe.

-No se preocupe por eso que como sea yo le traigo la platica y cositas para comer, perdóneme mija pero usted sabe cómo está la situación. Mejor venga deme la bendición que me cogió el día –dice José.

-En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Vaya con Dios y nos vemos en la noche-. Se dan el pico de todos los días. José Over se va.

El día para él es una incertidumbre que dice no deseársela a nadie. No sabe a dónde ir, no sabe en qué finca le den un poco de trabajo. En unas solo lo dejan recoger la boñiga de los animales, botar la basura o transportar pasto de un lado a otro.  Eso representa máximo 3000 pesos.

Cuando es un buen día, alimenta el ganado, desyerba, asea corrales y coge los huevos que las gallinas pusieron en la noche. Con esto puede recoger hasta 10.000 pesos pero como eso no alcanza debe recorrer unas 4 o 5 fincas más para completar lo mínimo del día. Para llegar a su casa necesita al menos 6.000 pesos pues debe abordar un willys para salir de la finca y llegar al paradero principal del pueblo. Luego se va en la buseta hacia el terminal de Armenia y finalmente un bus lo deja a más o menos 10 minutos de su casa, y debe llegar caminando.

-Buenas noches familia- Dice José.

Sus dos hijos mayores salen a saludarlo y luego Teresa con Diana en sus brazos, se la entrega para servirle la comida que hizo con lo que ella pudo recoger en el día.

Mi amor ¿y esta camisa que está en mi cama de quién es? Le pregunta él. Ella le responde, José yo se la compré, me sobró de la mercancía de hoy, lo vi como mal de camisas, no se preocupe que ahí la voy pagando.

José y Teresa, antes de dormir, como es lo habitual, tienen relaciones sexuales. Cada día a pesar de las muchas dificultades que puedan tener en su hogar, Teresa lo hace feliz, lo complace totalmente, ni qué decir en la cama. “Esta mujer es lo mejor que puedo tener, eso sí es amor”.

Otro día la misma rutina, Teresa despide a José, le da la bendición y espera que ese día tal vez él pueda recoger un poco más de dinero y así poderle ayudar más, la balanza del hogar está desequilibrada y el peso está en ella. Luego despacha a su hijo Julián de 14 años para la escuela, le empaca un pan con huevo para el refrigerio y le dice que no se le olvide pedir el almuerzo que le dan allá porque después tiene que salir a trabajar.

-Luis, acuérdese del tetero de Diana, en el cajón están los pañales y la crema. No me vaya a hacer regueros, no la vaya a dejar caer, cuídela bien. Usted ahora es el hombre de la casa y con 7 años ya está muy grande, yo sé que la puede cuidar muy bien. Perdóneme por favor pero usted sabe que yo tengo que trabajar mucho y no me los puedo llevar. Mucho juicio y quédeseme aquí en el cuarto de ustedes, no vaya a salir para nada. Los amo mucho. Esas son las indicaciones de Teresa para su hijo, deja todo listo en su casa, los deja en el cuarto y se dispone a trabajar.

Mientras Teresa organiza el cuarto, atiende la primera llamada del día. Ofrece su mercancía. Dice el tiempo que se tardará. Habla del precio. Programan el momento de la entrega. Negocian el costo.  Saca la botella, comienza a tomarse los tragos habituales. Entra su primera cita. La música con alto volumen. Los niños encerrados. Entran al lugar de la venta. Se cierra la puerta. Sale el cliente. Pasan cinco minutos, entra el siguiente. Una copa más. Mientras tanto Luis cuida de su hermana. Finalmente, vuelve a cerrarse la puerta.

-José yo pensé que usted estaba en la casa. Le comenta Gloria, una de sus vecinas.

-¿Cómo así? ¿Por qué lo dice doña Gloria, pasó algo grave?

-No, para nada. Es que hoy salieron y entraron hombres todo el día de ahí, me imaginé que eran amigos suyos.

El tiempo parece detenerse, José se queda paralizado en la esquina de la cuadra en donde vive. No entiende porqué lo hizo Teresa, no sabe cómo va a reaccionar al momento de confrontarla, aunque claramente ya sabe todo lo que sucede, intenta esperar un poco dejando simplemente salir sus lágrimas.

José entra a su casa y saluda como de costumbre. Sus hijos salen y aunque Teresa hace algunos días no viene muy bien, parece estar cansada y diferente con él, sale solamente a preguntarle cómo le fue. José no espera un segundo para preguntarle a su esposa por lo que está pasando en su casa, anhelando recibir una respuesta diferente.

‹‹Y según usted ¿qué pretendía que yo hiciera? ¿Qué me quedara esperando hasta que usted trajera algo razonable de dinero y sostener la casa y los niños? Por Dios José, yo he sostenido este hogar durante meses con este trabajo, yo soy la que doy para todo, a mí sus 20.000 o 30.000 pesos no me sirven para nada. Ni usted me sirve a mí para nada. ¿Usted cree que Luis es su hijo? Ay por Dios José usted es el único iluso que piensa que yo me iba a quedar aquí encerrada dándole hijos a usted y muriéndonos de hambre porque no tiene ni en donde caerse muerto››. Respondió Teresa.

Pese a la nueva situación que José debe enfrentar, decide seguir con Teresa, no tanto por amor a ella, sino por amor a sus hijos, aunque el dolor que siente al ver cómo había cambiado su esposa, el amor de su vida, con la mujer que tanto soñó y luchó, no se puede remediar con nada. José sale a trabajar todos los días pensando qué va a pasar ese día en su casa, sus hijos cómo van a estar, si de verdad están comiendo, cuántos hombres se van a acostar en su propia cama y se pregunta cuánto tiempo él va a seguir aguantando eso.

Después de unos meses con la misma situación, un día Teresa espera muy contenta a José para darle una noticia. Ella decide no seguir con este trabajo que solamente ha traído problemas a su vida y a su familia y tal vez esto podía componer un poco la situación, pese a que Teresa ya no quería a José, solo quería que las cosas estuvieran mejor.

Un día, mientras José busca unos papeles que necesita entre sus cosas, encuentra una foto con la cara de una niña, y tiene algunas especificaciones en la parte de atrás: “Natalia Villada, 13 años, virgen, posible venta”. Él en su asombro sigue buscando y encuentra aproximadamente unas 10 fotos más de diferentes niñas. Es allí donde José se entera del nuevo trabajo de su esposa, en el que no solo prostituye menores, sino que algunas de ellas son traficadas hacia otros lugares.

En Colombia se calcula que hay 35 mil niños y niñas vinculados con la explotación sexual,  estudios han indicado que las cifras se han triplicado en los últimos años y que la edad en que induce al abuso se ha reducido incluso por debajo de los 10 años. El incremento de capturados ha aumentado en un 60 por ciento con respecto al pasado.

En el año 1990 José les cuenta a las autoridades todo lo sucedido y Teresa es llevada a prisión por 42 años. Sus hijos quedan a su cargo, sin importar si son suyos o no, su amor por ellos es el más real y dice jamás dejarlos solos. José ahora vive en el pueblo de Montenegro con sus dos padres, viendo por ellos y dándoles lo que necesitan. Su trabajo es estable, pues labora como portero en un conjunto residencial. El recibir un sueldo mensual y llevarles el mercado a sus padres, darles dinero a sus hijos y tener un hogar donde llegar es lo que ahora hacen a José Over, según él, un hombre feliz.

‹‹No recuerdo a Teresa con odio ni tengo nada en su contra. Pero el dolor que siento, esto es algo que jamás nadie podrá entender. Yo nunca fui su esposo, su amor, el hombre de su vida, me queda claro que lo único que fui para ella fue un cliente más››.

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Martes, 7 Junio 2016

TEXTO: MARIA PAULA RAMÍREZ ARBELÁEZ

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