EL CLERIMAN POLÍTICO
Victoria Arroyave Cardona, Andrea Arango Botina
María Paula Ramírez Arbeláez, María Camila Valencia Martínez
Terminadas las elecciones regionales en Colombia en octubre de 2015, la ciudad de Armenia estaba tapizada con propaganda que exclamaba “El Quindío sí tiene CURA”. El Quindío no sólo tenía un nuevo gobernador que al parecer venía a solventar los problemas de una controversial administración, sino que tenía cura, y no precisamente a una enfermedad: un sacerdote católico estaba consolidándose como el nuevo gobernador de los quindianos.
La noticia fue recibida con júbilo y sorpresa, después de todo se pensaba que la victoria iba a llevársela Sandra Milena Gómez, “principal contrincante del cura” y compañera de la anterior gobernadora, Sandra Paola Hurtado, conocida en la ciudad por gobernar con corrupción e influencias y monopolizando los poderes a su conveniencia. Con 125,617 votos, el 50.20% de la población, el sacerdote Carlos Eduardo Osorio Buriticá sería elegido por los quindianos por dos principales razones: la primera, por ser la opción diferente al grupo que apoyaba el anterior gobierno y la segunda, simplemente por ser un líder católico.
En los días posteriores a las elecciones, el tema principal fue la victoria del departamento del Quindío contra la corrupción, la garantía de un cambio. En ese momento la gente estaba complacida por el triunfo del sacerdote, los católicos sentían una victoria en particular y los no religiosos un descanso al divisar nuevos rumbos administrativos. Sin embargo, no se puso en la mesa la relación entre religión y política, no se exploraron los posibles acuerdos y transferencias que un líder religioso puede efectuar al interior de sus contextos de vivencia de la fe para conseguir objetivos políticos.
A finales de 1991, en Colombia se dio por terminada la relación entre Estado y catolicismo inhabilitando el concordato cuando la Corte Constitucional puso fin a casi un siglo de paridad entre Estado e Iglesia, invalidando así once artículos declarados como inconstitucionales e independizando a la iglesia; dándole derechos de guía y potencia espiritual pero cesando sus privilegios políticos, poniéndola en una situación de igualdad frente a otras congregaciones religiosas, en otras palabras la Iglesia católica perdería la facultad de influenciar teológicamente en la política y moralizar con sus ideales particulares a la comunidad en general. Teniendo claro esto ¿es posible que un sacerdote de la iglesia católica deje a un lado su moralidad religiosa y se limite a gobernar para una comunidad con diversidad teológica sin tratar de influir en ella? ¿Puede separar los valores que la iglesia considere correctos a los de la sociedad en general? ¿Su rol ante la sociedad es de líder espiritual o líder político?
“No podemos separar a gobernador de sacerdote. Eso no se puede, es una, una sola esencia. Solo que en su ser de sacerdocio dejó la iglesia por hacer un proceso político y social. La política es un valor social si sabemos interpretarla y manejarla, si sabemos trabajarla, lo dice el catecismo de la iglesia. Esa fue la llama que se encendió para que Carlos Eduardo Osorio Buriticá pudiera tomar una decisión acorde con los preceptos de la fe y con los preceptos de la iglesia, en ayudar a los demás.” Comenta Héctor Alberto Marín con catecismo en mano, secretario privado del actual gobernador del Quindío, desde su oficina, rodeado de imágenes de Jesús y la Virgen María, el sitio luce más como un despacho parroquial que como una oficina de un alto funcionario de la gobernación.

Héctor Alberto Marín Rios, secretario privado del Gobernador en su oficina.

Héctor Alberto Marín Rios, con catecismo en mano.
La lucha para desvincular Estado – Iglesia viene desde 1854 cuando los liberales pusieron en tela de juicio la labor de la iglesia en decisiones políticas, sociales y económicas en Colombia. Sin embargo, no fue hasta 1991 donde por fin se dio por terminado el concordato que oficializó el “divorcio” entre catolicismo y Estado. Después en 1994 se consolidó creando una ley de libertad religiosa que tendría como fin lograr una inclusión social a las demás corrientes religiosas del país.
Es en este punto donde empezaron a tomar fuerza las religiones influenciadas por el cristianismo de carácter protestante, entre ellas la Iglesia de Dios Ministerial de Jesucristo Internacional, fundada en 1972 por María Luisa Piraquive, quien se autodenomina “una profeta que traerá cambio y evolución a la obra genuina de Dios”, es de esta iglesia que surge en el 2001 un movimiento político denominado MIRA, sigla que tiene dos acepciones: una política, Movimiento Independiente de Renovación Absoluta, y otra religiosa, Movimiento Imitador de la Rectitud del Altísimo, que crea su propio modelo de conducta humana, basado en normas y creencias espirituales denominado el Miraísmo y que considera que “las iglesias tienen una relación con el Estado en cuanto a la deliberación de muchos problemas. Hay un ámbito privado frente a la religión, el del discurso religioso, pero también hay un ámbito público. La religión no puede estar de espaldas a la política; si bien hay una separación entre Iglesia y Estado, debe haber cooperación. Las iglesias deben ser vistas como actores sociales que aportan mucho a la convivencia por la capacidad que tienen de enfrentarse a fenómenos como la drogadicción, el pandillismo, la violencia intrafamiliar, el embarazo adolescente", es decir, el MIRA atribuye problemáticas sociales a la carencia de fe y rumbo espiritual en la sociedad.
Según lo expresado por el director regional del MIRA y actual representante de la asamblea del Quindío, Bernardo Valencia Cardona, sus actos públicos y privados deben estar siempre guiados por las enseñanzas de Dios y la Iglesia a la que asiste, después de todo “el amor y el temor a Dios son los aspectos fundamentales que definen a un ser humano útil para la sociedad, porque aquel que cree en Dios no puede hacerle daño a nadie”.

Bernardo Valencia, diputado electo del MIRA, en su oficina ubicada en la Gobernación.
El MIRA en la política nacional actual cuenta con cuatro representantes a la cámara y en su historia ha aportado tres senadores de la República, el caudal electoral del partido político ha ascendido de 81.061 votos en el 2002, a 470.063 en el 2013. Sin embargo, el miraismo ha sido protagonista de numerosos escándalos políticos y religiosos que van desde discriminación a discapacitados, incitación a la compra de votos en las iglesias, millonarios ingresos no justificados a la familia Piraquive, intimidación con castigos absurdos en contra de los que se burlen del MIRA, libros secretos, entre otros.

Aydeé Lizarazo, ex concejal del movimiento político MIRA
Aydée Lizarazo Cubillos, ex concejal de Armenia y actual vocera del partido MIRA, asegura que el partido político y la Iglesia de Dios Ministerial de Jesucristo Internacional trabajan completamente independientes: “El de la iglesia es el escenario espiritual, allí vamos quienes participamos de nuestra creencia cristiana, nos congregamos, en esta iglesia recibimos unas enseñanzas en torno a esos valores, a esos principios éticos del ser humano para aplicarlos dentro de nuestra vida personal y familiar. El partido político es algo que reúne todas esas creencias y las pone en práctica en pro de la sociedad. Sin embargo en las Iglesias no se hace política”.
Julián Arenas, asistente a la Iglesia de Dios Ministerial de Jesucristo Internacional:
-¿Se utiliza ese espacio religioso para tocar temas del MIRA?
-No muy seguido, pero sí y sobre todo cuando son fechas de elecciones.
-¿Y cómo presentan los candidatos?
-Dios le habla a cada persona por medio de otras que tienen un Don para comunicarse, esas personas son las que representan los valores de la Iglesia y que pueden ser parte del MIRA.
Sin embargo, el MIRA es uno de los tantos ejemplos en los que líderes carismáticos han aprovechado su posición e influencia espiritual en la vida de sus feligreses para ingresar al campo de la política electoral en el país, entre ellos el actual procurador Alejandro Ordoñez, quien trabaja a los pies de un crucifijo, hace rosario diario y mantiene una Biblia en su escritorio. Su ejercicio político está completamente influenciado por sus creencias religiosas, siendo un detractor de la homosexualidad, el aborto y uno de los políticos más criticados del país por sus ideas extremadamente conservadoras y prejuiciosas.

Tomada de El Espector
Las campañas electorales para el 2015 en Colombia estuvieron altamente influenciadas por las creencias espirituales, al parecer es una práctica común en el país donde los políticos tienen derecho a hacer de algo que debería ser personal e intrascendente a la hora de tomar decisiones de carácter político un instrumento para la recolección de votos.
En el Quindío se registró un caso particular, teniendo en cuenta que uno de los postulantes a la gobernación era precisamente un sacerdote de la Iglesia Católica: el padre Carlos Eduardo Osorio Buriticá, un teólogo con doctorado en derecho canónico, ha representado a la política en el país siendo primer secretario de Colombia en el Reino Unido. Durante su campaña se repartieron Salmos impresos con el logo de su partido político, Misión Posible, se celebraron numerosas misas, sus discursos eran realizados en atriles con crucifijos tallados, su eslogan era “el Quindío sí tiene CURA” y siempre se hacía referencia a él como “el padre Carlos Eduardo”.

Tomada del Facebook “el Quindío sí tiene cura”.
“Yo voté por el padre Carlos, porque representa la iglesia católica, es un ser que lleva a cabo todas sus acciones diarias guiado por la palabra de nuestro Señor Jesucristo. Él conoce bien los males que tiene nuestra sociedad, y como todos esos problemas ya están escritos en la biblia desde su creación, el cura tiene todo el conocimiento para combatirlos”, dice Graciela Hoyos de Ovalle, una fiel creyente del catolicismo.
Como era de esperarse, la principal contrincante del cura, Sandra Milena Gómez, también incluyó la religión en sus campañas, haciendo “la marcha de la luz y la esperanza”, un evento realizado en el municipio de Montenegro que reunió a más de 4000 personas y terminó con el sermón del pastor Jorge Andrés Hoyos, que entre otras cosas, afirmaba que “en el nombre de Jesús, Sandrita debería ser la próxima gobernadora del Quindío”.
Tomado del Facebook del Alcalde de Montenegro Alvaro Hernández
Al parecer, la ley 133 de 1994 es otra de las leyes que se pueden incluir en la lista de las que no se cumplen en Colombia. Al parecer, el país aún vive arraigado al hecho de que una persona es mejor por ser religiosa y profesar su fe en público. Al parecer, no es un asunto de suma importancia cuántas veces los políticos utilicen sus creencias religiosas para influir en la sociedad.
Finalmente, el paradigma de que la religión y la política deben considerarse hechos separados propuestos en la Constitución política de 1991, ha proyectado la imagen de un país en el cual las esferas política y religiosa ya están separadas. Sin embargo, al comparar esta imagen con la realidad vivida en Colombia, se oculta el escenario real en donde se posicionan las prácticas políticas, ese mismo que en ningún momento ha dejado de solaparse con argumentaciones, discursos y formas religiosas. La representación de lo religioso y su gestión en Colombia se justifica diciendo que las leyes que rigen el país están basadas en los mandamientos de la Biblia: “No robar, no matar, no crear falsos testimonios, no mentir”.
REPORTAJES
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UNIDAD INVESTIGATIVA: MARIA PAULA RAMÍREZ
ANDREA ARANGO BOTINA
MARIA CAMILA VALENCIA MARTÍNEZ
LAURA VICTORIA ARROYAVE CARDONA
Sábado, 4 de Junio 2016