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La fría noche caía. Las calles desoladas anunciaban la tragedia. quería huir y no encontraba las razones. Mi corazón avisaba lo innombrable y mi razón se rehusaba a aceptarlo.

 

Tenía miedo, miedo de abrir los ojos y darme cuenta que no era una pesadilla, darme cuenta que el mundo se acababa y que el rugir de la montaña era una advertencia a la tragedia, a mi tragedia, estaba sola y a oscuras. Ya no escuchaba gritos y ya no sentía frío, me había quedado sola, muy sola.

 

Las entrañas del monstruo se habían ensañado con la humanidad, ahora sería el olvido en el tiempo, ya no reposaría en los recuerdos del mundo y mi nombre caducaría con el pasar de los años, tengo miedo, miedo de perderme en el frío camino de la muerte, miedo a ser olvidada y a olvidar lo que había pasado.

 

Mi garganta quema y mi mente ha comenzado a olvidar su nombre, mi nombre, mi vida, quisiera recorrer de nuevo el camino, quisiera tener una oportunidad más para vivir, quisiera ya no sentir dolor y pensar que el reloj retrocede y que nada sucede, que la tragedia no sucede, que el monstruo se aleja y que nos deja escapar como un acto de compasión.

 

Ahora el dolor se ha ido, de repente tengo sueño, es como si Morfeo hubiera hecho efecto y hubiera decidido darme el descanso que necesito pero que no quiero, finalmente cierro los ojos y caigo como muchos en los gélidos brazos de la muerte, en el inevitable descanso eterno.

LA MONTAÑA

TEXTO: ERIKA ANDREA GIRALDO FRANCO 

Jueves, 26 Octubre 2015

ILUSTRACIÓN: CAMILA SÁNCHEZ

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Erika Andrea Giraldo F.

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