UN OFICIO RECONOCIDO POR SUS TRABAJADORES
El humano trae consigo una historia importante para el avance en la sociedad: el transporte. Nuestros ancestros iniciaron con la invención de las ruedas, que nunca fueron tan redondas como ahora. En tiempos pasados estas eran pesadas, hechas de tablas y recortadas de una forma no muy circular. Podemos designar a tal herramienta como la cosa más útil para el hombre después del fuego. Ya teniendo éste artefacto, se les ocurrió hacerlo más productivo: instalaron una superficie plana en medio de dos ruedas y, ¡voilá!, como resultado, una carretilla.
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La carretilla, se dice, fue inventada por un general en China, habitante de un pueblo que celaba profundamente la idea de que esta nueva herramienta se regara a los oídos de ciudades cercanas. Su primer uso fue militar, se usaba para retirar los cuerpos del campo de batalla y con el tiempo, ese carro tan pequeño que cabía por estrechos imposibles fue parte de producciones agrícolas. Después, tomó fama ante la vista de otras gentes y se popularizó en las ciudades, por ende, formó parte de la civilización de transportes. Cuenta la historia que la carretilla podía transportar a cuatro adultos y dos menores de un extremo de la ciudad de Pekín al otro.
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“Los chinos se referían a ella, la carretilla, con nombres tan significativos como "buey de madera" o "caballo deslizante".
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La carretilla, como todo, ha venido evolucionando tanto en su físico como en su utilidad.
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En muchos lugares del mundo, aún después de muchos años, la carretilla se usa como herramienta de trabajo por hombres con almas de viejos, mientras que en otras partes, estas se oxidan o ya ni existen.
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En el municipio de Circasia, Quindío, en Colombia, hay un grupo de hombres que aún hacen uso de la carretilla y la mantienen viva, la defienden y la pelean a pesar de que estén muriendo.
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Ariel Buitrago Rendón ''Bombillo''
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- Nací en Armenia Quindío. Empecé trabajando en la finca; yo soy campesino. Trabajaba desyerbando, cogiendo café. Entonces a lo último me conseguí esta carretica y empecé a trabajar con esto y esta es mi vida, la que me da plata y a cada rato me buscan y dicen: ''dónde está bombillo pa' que me haga un trasteito''.
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Yo trabajo haciendo trasteos o también cargando bultos en el Comité o en la Cooperativa. Allá me buscan mucho para trabajar.
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Mi oficio es zorrero y cotero.
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Hace 20 años hago esto porque una vez estuve trabajando en una finca y un día me enfermé. El patrón no me quiso pagar esa semana, me dijo: ''yo le pago el día que usted trabajó, nada más'' y yo todo enfermo. Entonces dije: no, no vuelvo a trabajar en el campo. De todas formas me buscan para cargar guaduas.
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Esa es mi profesión; trabajar con esa carretica. Aunque la tengo muy desordenada. Tengo que arreglarla bien.
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El señor Ariel Buitrago es uno de los tantos hombres que ha elegido el oficio de carretillero, o “zorrero” como trabajo fijo.
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A lo largo del tiempo, la carretilla se ha utilizado para diferentes oficios: de forma industrial, agropecuaria, para espacios de construcción, de jardinería y trasteo de otras herramientas. Antiguamente las carretas eran elementos reales; se usaban para transportar reyes o personas de alto rango económico y como se dijo anteriormente, de uso militar. Con el paso del tiempo después de su invención y según la función que le han dado, se ha elaborado en distintos materiales: metal, plástico, madera, cuerpo plano, con plataforma, con una, dos o tres ruedas.
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El hombre, así como se encargó de construirla, también se ha encargado de deteriorarla. Mientras más grandes se volvían las ciudades, las caretillas necesitaban ser modificadas para un mayor desempeño. Y seres, que no eran los hombres, debían cargar en su lomo correas atadas al el peso de materiales y herramientas de trabajo. Cuando el llamado “maltrato animal” se empezó a extender en Colombia, las personas se alarmaron y pidieron justicia por el hecho. También, por ejemplo, con el avance tecnológico y las nuevas generaciones, la tradición campesina de cargar cosas en una carreta desapareció.
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Las ciudades se han ido extendiendo a tal nivel, que todo lo que se usa ahora para cualquier tipo de oficio o medio de transporte tiene motor. Por estos y otros motivos la carretilla, por diferentes usos, unos conscientes y otros ya no tradicionales, ha ido desapareciendo. Después de las problemáticas por el mal empleo de esta herramienta de trabajo, se implementaron reglas en las principales ciudades del país, donde procedieron a terminar con los “zorreros” y el maltrato animal. Decidieron dar júbilo a los caballos que eran utilizados para dicha labor.
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“Así como van desapareciendo los antiguos buses urbanos, en poco tiempo tampoco volveremos a ver las tradicionales carretillas. El gracioso contoneo y sonoro galopar de los equinos será reemplazado por ruido de motores.”
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De tal forma se anunció el despeje urbano del elemento tradicional de tracción animal o humana. Argumentan que un caballo en buenas condiciones no debe cargar más de una tonelada, y estos eran utilizados para cargar escombros que a veces pesaban el doble o triple de la cantidad acordada. Un hecho que hoy en día, según normativas, es ilegal. Además de que forman trancones en las grandes ciudades.
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Los hombres habitantes del municipio de Circasia mantienen su puesto por varios motivos, entre ellos, que son criados desde niños con tal vista campesina.
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- De mi infancia no tengo nada por decir, pues yo viví con mi abuelito y crecí en Piamonte, una vereda de Circasia. Me gusta el trago, como cosa rara, la cerveza o el aguardiente y la gente siempre nos regala plática por ahí. Tomamos siempre cerveza o eso que llaman “chirrinchi”. He tenido accidentes con mi trabajo pero me gusta. Mi mamá es ama de casa y mi papá compra el mercado semanalmente. Sí, vivo con mis padres aún. Cargo en mi carretilla cemento y materiales para construcción.
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He tenido muchos compañeros. A Caiser lo mató un carro, a Ripilo lo mataron y Homero se murió de un infarto. Los extraño, y a mí compañera también.
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Tengo un hijo de 23 años que le gusta pintar y tengo una hija de 19 años.
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En cuanto a mi pueblo, Circasia ha progresado mucho y creo que yo he ayudado a ese progreso; me solicitan mucho. No hemos tenido ayuda del gobierno, sólo lo que nos dan por ahí.
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Mi trabajo es muy duro, a veces me mandan a cargar grandes pesos y a subir lomas complejas. Esa carretilla soporta 400 Kg y yo por ahí 300 Kg.
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Me gusta mucho coger café pero no volví a la finca pues quedé enojado por lo de mi enfermedad. Muchas veces lo buscan a uno pero para cosas malas; una vez cargué unos objetos y resulta que eran robados, me tocó devolver eso porque el que me contrató ahí mismo se voló.
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A nosotros nos distinguen mucho en el pueblo.
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Muchas veces mi oficio es bien pago y a veces no. Por dos mil pesos no llevo una cosa muy pesada. El viaje es a cinco mil.
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Carlos Julio Rendón “Licuadora”
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Trabajo desde los 7 años de “zorrero”. Soy de Génova, Quindío y criado en Circasia. Comencé con este oficio porque quizá desde niño lo necesitaba, era mi empleo, trasteaba mercados. Estudié hasta segundo de primaria. Crecí laborando para mi sociedad, para mi gente de Circasia. Para mí lo más importante es guiar a mi gente. Somos personas trabajadoras y humildes que nos gusta camellar. Tengo 55 años y alguna vez fui también empleado de la Alcaldía: botaba la basura del pueblo, fui celador de ahí y del museo.
Estamos para servir a la comunidad. Somos personas típicas del pueblo.
El más duro soy yo, Licuadora. Me encuentran en todo lado; en fiestas como bailarín o en cualquier sala de internet, donde sea me encuentran. Yo estoy con mi pueblo y mi pueblo está conmigo.
Me crie con la familia Duque Naranjo, familia del alcalde actual. En este pueblo a veces la gente es muy mal hablada, dicen que el alcalde no hace nada pero él hace mucho, nos sirve.
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En este momento tengo una demanda de la policía. A carta abierta me iban a llevar al juzgado porque he peleado por las carretas y porque saco la cara por mis compañeros. Cómo es que va a llegar la policía porque tiene un grado más que uno. Un señor que se llama Fernando, del consejo de Circasia, me salvó. Nosotros los pobres tenemos derecho. El pueblo nos quiere, lo defendemos y a los turistas también. A todo el mundo hay que ayudar.
En este pueblo soy muy respaldado. Me quieren sacar con mi gente de mis carretas. Llevamos mucho en esto y no tienen por qué quitarnos nuestro oficio. El día que nos quiten las carretas del parque nos tienen que pagar una plata y si no quieren verlas aquí que nos den empleo entonces en la Alcaldía. Porque a la galería ¿a qué?, a aguantar hambre. Nuestro espacio es la plaza, el parque, desde los 7 años.
No vamos a sabotear a nadie, ni a los policías nuevos, pero que nos respeten.
“Yo quiero mucho a mis compañeros del trabajo, al turista y a la gente de mi pueblo”.
Yo cargo trasteos, neveras, cemento, lo que me toque. Me defiendo con el Comité de Cafeteros. Aquí llegan trasteos y me llaman al celular; así sean las 3 de la mañana. Yo descargo abono en el Comité, me pagan por tonelada 6 mil pesos. Me parece muy poco porque cargar un bulto desde el camión no es fácil. Si uno se aporrea nadie paga eso, quizá el pueblo, porque nadie más.
En la Cooperativa trabajo con café y me pagan por 4 o 5 coteros y nos dan 10 mil a cada uno, a veces nos hacemos 50 mil pesitos.
“La vida mía realmente es ser personaje, quiero mucho mi pueblo y me quedo aquí hasta que Dios me separe de él”.
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Felipe López Uribe. Inspector de policía de Circasia.
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¿Estos personajes causan algún problema en el pueblo?
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- No. Ellos se encuentran ubicados en el parque de Circasia, diagonal al supermercado “Ara” hace bastante tiempo. Están ahí la mayor parte del día y la gente que requiere de sus servicios va y los busca en ese lugar.
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En cuestión de seguridad nunca han generado algún problema de riñas o alguna lesión contra ciudadanos del municipio.
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En cuestión de espacio público tampoco hay procesos de desalojo. Personalmente nunca les he dicho nada porque con ellos no hemos tenido ningún problema por el uso del espacio público. Desde que tengo memoria y recuerdo han estado ahí.
Rusby Urbano Cadena. Concejal periodo 1999.
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- Son personas totalmente reconocidas del municipio que cualquiera puede verlos normal. Que diga uno que son como ladrones o por ejemplo violadores, no, nada de eso. Son personajes del pueblo que lo único que hacen es dedicarse más que todo a darle un toque de alegría, de jocosidad y de diversión al municipio.
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Los he conocido siempre como personas muy humildes. No tienen dinero ni tienen propiedades, viven aquí mismo, tienen que trabajar para subsistir para ellos y sus familias.
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No tengo conocimiento si las administraciones les dan algún tipo de auxilio de vivienda o cualquier tipo de auxilio a estas personas.
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Pasa por ejemplo, que en el pueblo los ven y dicen: “vea los que mantienen tomando “chirinchi”. Es lo único de lo que yo me he dado cuenta. Son personas que todo el mundo las conoce, les gritan: “qué hubo Bombillo, qué hubo Licuadora”. Siempre se ven trabajando o tomando en el parque, son personas honestas. Nunca he escuchado que digan que los llevaron para la cárcel porque robaron alguien.
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Ahora que estoy ocupando otro cargo público en el hospital, he visto que estas personas sí tienen lo que es el sistema de salud, el SIBEN. Están protegidas.
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Sí creería que es bueno que este tipo de personas se tuvieran más en cuenta, porque ellos al igual que todos son seres humanos y no son malas personas, debería dárseles prioridad. Sería muy bueno que la administración municipal los ayudara.
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¿Usted piensa que estos personajes han ayudado al desarrollo del pueblo?
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- Claro, ellos lo único que hacen es trabajar, producir para ellos y para las necesidades de sus familias. Están en el municipio y viven contentos en el pueblo. Son felices con que todo el mundo los reconozca.
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Hace un año murió uno de estos “zorreros” muy lejos en un accidente y ni siquiera un político o alguien importante del pueblo ha tenido un recibimiento tan grande. Fueron muchas las personas que lo esperaron en la entrada del pueblo a las dos de la mañana. Una cantidad de gente muy grande lamentó esa pérdida. Murió “Caiser” y hasta las familias más prestantes del pueblo estuvieron en el entierro de ese señor y es algo bonito porque son personas que hacen labores tradicionales, que se valoran.
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¿Se ha visto cambio o evolución en el trabajo de los carretilleros?
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La verdad, no se les ve mejora. Es importante que haya alguien con un medio o una forma de poder soportar estas personas, decirles que van a tener un lugar dónde permanecer estacionados, que van a tener un auxilio, que se les va a dar madera para reemplazar la que esté un poco dañada. Ayudarlas en un plan de vivienda, auxiliarlos, pues ya son señores de edad.
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¿Piensa que en los espacios públicos que ellos usan está mal vista la imagen de sus carretas?
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No he visto que estas personas afecten la tranquilidad de la gente del municipio porque ellos son discretos. No interrumpen la tranquilidad del municipio ni de las familias. Se emborrachan en el parque y loquean un rato pero de ahí nunca pasa.
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¿Sabe algo de historia del trabajo que ellos han realizado?
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Pues más que todo es lo de los “zorreros”, que son los que se encargan de los trasteos, de transportar cosas aquí en el municipio, de pasar lo que son las neveras. Trasteos pequeños.
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Hace poco me tocó utilizarlos en una construcción que hubo en mi casa. Tienen una tarifa de 5 mil pesos por viaje, entonces el nivel de ingreso de ellos es muy bajo. Cargan desechos de las construcciones o también cargando materiales de las ferreterías.
Tras evoluciones físicas, funcionales y hasta conceptuales, las carretillas y los hombres que hacen uso de ellas han construido una historia digna de atención. Las carretas han sido manejadas a favor de la sociedad. Es válido el reconocimiento como herramienta de trabajo, pues ha representado la única salida laboral de muchos hombres campesinos que generación tras generación han traído resultados favorables a la sociedad.
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Estos personajes muestran un deterioro en su cuidado personal; sin embargo, por sus historias se puede ver que mantienen disposición de seguir trabajando con carretillas, las cuales han sido parte de sus vidas, los han mantenido fuertes ante una sociedad inestable y han podido subsistir gracias a su esfuerzo.
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Los “zorreros” que día a día esperan una ayuda económica por su labor, han pasado muchos años sirviendo a la comunidad de Circasia. Son personas que, como muchas, respetan la vida de los animales. Por tal motivo pretenden el resto de su vida seguir trabajando con las carretillas, que sea su cuerpo quien soporte el peso y no un animal. Además, es un trabajo que día a día los circasianos requieren y le brinda ayuda a muchas personas.
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Los carretilleros han estado por mucho tiempo en la plaza de Circasia esperando a alguien que los necesite, que con su esfuerzo puedan colaborar en el pueblo sin hacerle mal a nadie. Las carretillas, para sus dueños, son lo más valioso que han podido adquirir, por lo tanto, es un empleo que le ha dado vida a varias generaciones. Estos hombres son más que amigos, son una familia, por eso lamentan mucho cuando pierden a un compañero. Son personas que aunque no tienen mucho, viven felices y contagian de esa felicidad ayudando a la gente o esperando a que alguien solicite sus servicios. Con esa cualidad que los caracteriza recuerdan entre tragos y lágrimas a sus compañeros que han muerto. Su labor va más allá del dinero, está regida bajo la amistad o más bien, la hermandad. Con su trabajo han salido adelante y han sido reconocidos por un trabajo considerado por muchas personas como uno de los más duros. Pueden contar con el apoyo de la gente, por eso nunca van a dejar de lado su trabajo y sus carretillas, lo más valioso para ellos.
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Pero después de todo surge una pregunta: ¿quién tomará el lugar de trabajo de estas personas si por cosas del destino ya no llegaran a estar con nosotros.
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Daniela Ramírez Oviedo, Juan Diego Velásquez, Karen A. López Velasco
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