El CUARtO OSCURO
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Por: Alejandra Mejía
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“Lo clandestino obedece a lo que la sociedad reprime,
acusa o tacha, obligándolo a que la gente oculte
su identidad, su orientación, sus deseos
y sus prácticas sexuales”
Milton Cardozo y Mirlina Ramírez.
No es grande. Cuatro por cuatro apenas, no hay ventanas, la luz no está permitida en este lugar. Lo antecede largos pasillos para usar. El techo es alto. Las paredes, laminadas, son más fáciles de limpiar, nadie llega aquí por equivocación. El cuarto oscuro tuvo inicios en los años 60`s en Estados Unidos en locales y sobretodo bares destinados al público homosexual.
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Daniel Gonzáles está en la barra de la discoteca, las luces rosas y moradas pasan lentamente alumbrando su rostro y el de todas las personas que se encuentran bailando al ritmo de la electrónica, le da unos sorbos a su vodka y mira pacientemente alrededor, está buscando su presa de la noche.
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Entre tanto su mirada se detiene, un hombre lo mira con avidez, Gonzáles responde a esa mirada, le mira detenidamente, se fija en cada detalle, trata de grabarlo en su mente, le mira las manos, el torso, las piernas y su rostro, trata de grabar es su memoria el grosor de cada parte de su cuerpo, para que así cuando entren al cuarto oscuro sea un poco más fácil reconocerlo. Le pasa casi por enfrene y con eso sabe que ya es hora, bebe su ultimo sorbo del trago, se da un pase y entra.
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Una red de olores y cuerpos se distribuían por todo el pasillo sombrío y la temperatura se elevaba con cada paso, respiraciones cortadas y agitadas, gemidos, susurros, los cuerpos desnudos que se rozan – me rozan- el ruido de las cremalleras que se abren, pantalones que se bajan, bocas que se besan, labios que succionan, cada sonido acrecienta el deseo de Daniel.
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Caminaba despacio con ayuda de manos, eran su forma de conocer, en este lugar el tacto tiene el primer lugar, los ojos poco sirven; ya que, a primera vista no hay mucho para distinguir y además no se puede quedar ahí parado mirando, las manos dan datos precisos, dicen sin error lo que se necesita saber, no se precisan palabras ni visión.
Daniel explora con los dedos todos los cuerpos que se encuentran allí, toca las paredes laminadas, que al finalizar la noche un grupo de trabajadores tendrán que venir a limpiar con todos los fluidos y el sudor que han caído allí. Llega al final del pasillo entra un cuarto con una cama grande y esposas en la cabecera, sillones grandes y cómodos, sombras en suelo, en los sillones, en la cama, en las paredes, el olor a sexo y alcohol perpetúan el lugar, una luz tenue llena el cuarto. No encuentra a quien tanto había estado buscando.
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Ahora se levanta en busca del hombre que tanto estaba deseando; camina con sus pies desnudos por encima de cabellos, traseros, condones y latas de cerveza; está drogado, se pone a gatas, así por lo menos sabe por dónde anda.
De esta manera, va atravesando oliendo y sintiendo un poco de esos olores, hasta que en cierto punto se detiene. Una mano suave le rosa, es una mano diferente, la toca, la huele, la besa. La encuentra diferente a todas las que había sentido – y créame que había sentido muchas- siente esa mano grande, tersa, de uñas cortas y un tanto velludas; aquellas manos de quizá piel blanca con olor a sexo mezclado con loción.
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Todos los cuerpos que habían alrededor desaparecieron, ahora solo habían quedados ellos dos, desliza la mano por el brazo, toca su cabello tal vez de color negro y un tanto largo que cae sobre su cuello –besa su cuello-. Están tirados en una alfombra quizá roja o negra, lo embiste con fuerza, lo escucha gemir, desliza la mano por la espalda sudorosa, le hala un poco el cabello para quizá con algo de suerte divisar algo de su rostro. Cae exhausto al suelo y bajo la ilusión de haber encontrado lo que buscaba.
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Por lo demás ahora abre los ojos y lo vuelve a la tierra el olor del lugar, su mano toca con suavidad aquel cuerpo que ahora hace suyo, no sabe quién es, no reconoce el aroma ni la silueta de su cuerpo, la música de la discoteca de fondo lo envuelve lentamente “But you don't wanna be high like me. Never really knowing why like me. You don't ever wanna step off that roller coaster and be all alone”. Solo hay sombras alrededor, algunos tantos cuerpos juntos en orgias y suaves rostros teniendo sexo bañados por la tenue luz roja del lugar.
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Toca la carne tibia de aquel hombre, Daniel se siente sofocado, así que sale con suavidad recoge su ropa y se aleja perdiéndose en la oscuridad junto con todos los que han rodado por la tierra desnudos, en las alfombras volcados se aprecian hermosos traseros tibios al aire.
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Afuera despierta con el sudor helado encima, y piensa en aquel lugar donde podían hacer todo el ruido que quisieran, las practicas que tanto deseaban, el sexo que tanto anhelaban, sin restricciones, sin prejuicios y sin tanta moral, aquel espacio era para tirarse a quien quisieran, sin temores, sin rechazo, sin preguntas incomodas, sin siquiera tiempo de ver quien era y como eran.
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Para el cuarto oscuro no existen restricciones, no hay límites, condición sexual, no hay protección, ni enfermedad que interese, cada participante es consciente de los riesgos que enfrenta al entrar al lugar. Para relacionarse solo está el tacto, allí existe todo un imperio en este sentido, con solo alejar unas manos o dejarlas tocar se dan las señales, para los que entran allí, solo esta esa noche que pasa, los hombres que pasan, los suaves toques, las folladas fuertes, la adrenalina de hacerlo con un desconocido sin condón, sin saber su nombre.
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“Nadie podría entender viendo las cosas desde afuera lo que significa para nosotros, solo nos califican – locos-”
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Dato: en el último informe publicado por el Instituto Nacional de Salud, INS, el Quindío ocupa el cuarto puesto con mayor prevalencia de VIH. Así, la tasa del virus en el departamento es de 2.3 por cada 100.000 habitantes. De la misma forma, indica que del total de los registros, 77,8% corresponde al género masculino y el 22,2% al femenino.

