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ASÍ SUENAN LAS DROGAS

Por: Alejandro Martínez

     Marihuana medicinal: legalizada; marihuana recreativa: en el limbo, Heroína: ilegal; Cocaína: ilegal, pero sigue siendo producto de exportación; alcohol: legal y más peligroso que las anteriores; Drogas auditivas… ¿drogas auditivas?, esas últimas no tienen reglamentación, es más, ¿existen?, claro que existen, y son unas compañeras que no tienen nada de novedoso, de hecho, los cambios de conciencia que se pueden lograr con el uso del sonido han sido científicamente comprobados desde 1859 cuando se acuñó el término “pulso binaural”, es decir, escuchar mezclas de sonidos graves y agudos con los dos oídos.

     Pero, aunque hace tan solo siglo y medio se descubrió de manera inequívoca la existencia de este tipo de estímulos sonoros, se sabe que el manejo de las percepciones cerebrales basado en el sonido y en la música ha sido aplicado desde hace siglos e incluso milenos en sociedades tribales. Cabe destacar a las antiguas tribus nómadas del Asia Central que utilizaban la música y la danza para sus rituales chamánicos de curación grupal. Conocimientos que se esparcieron por oriente medio hasta que fueron estudiados por el gran sabio musulmán Ibn Siná (Avicena para los occidentales) en el siglo X, y que aplicó a diferentes prácticas medicinales a modo de terapia física durante su estadía en Isfahán, la ciudad persa en la que desarrolló la mayor parte de su obra y que se tiene como un aporte enorme a la medicina moderna.

     Ahora, sabiendo estos antecedentes, regresemos a tiempos más recientes. Después de que los pulsos binaurales entraran en el léxico de los psicólogos, los médicos terapéuticos y más tarde de los músicos experimentales, nada pasó con ellos en la cultura popular, al menos durante bastantes años hasta la década de los 60´s. A finales de esos coloridos años, el movimiento Hippie estalla en Estados Unidos y a principios de los 70´s se expande hacia Europa y Latinoamérica. Esta contracultura, aparte de manejar un discurso anti-bélico y libertario, se inspiraba también en creencias orientales, una de ellas, el acceso a niveles superiores de conciencia. Los hippies lo hicieron a través de sustancias psicoactivas como la marihuana y especialmente, el LSD, todo ello mezclado con la escucha de música psicodélica, que a través de largas improvisaciones y sonidos distorsionados de guitarras y teclados logró ser parte del ritual conjunto en busca de aquellas experiencias.

     Las décadas pasaron y la psicodelia asociada a grupos como Pink Floyd, The Doors o Jefferson Airplane dejó de representar a una juventud que era más superficial que sus hermanos mayores o padres hippies y que buscaba formas musicales más sencillas para entretenerse. Así que los sonidos y músicas hechos para causar, o al menos tratar de crear efectos alucinógenos dejaron de explorarse hasta la década de los 90´s y los 2000´s. Durante estos años hubo una explosión de fiestas “rave” por todo el globo, jóvenes improvisaban masivos encuentros musicales –en su mayoría ilegales- en lugares más o menos remotos que estaban ambientados con música electrónica densa, algo de techno, algo de drum n bass, y que eran acompañadas con la nueva droga de moda: el éxtasis, pequeñas pastillitas coloridas que junto al atronador sonido y los rápidos golpeos de la música hacían que la gente se alejara a años luz de este mundo, a veces, tan lejos que no retornaban.

     Fue durante esta época, y aprovechando el paralelo desarrollo del internet, cuando aparecieron las que llamamos drogas auditivas. Una rareza que va más allá  del simple hecho de poner a sonar dos sonidos sincronizados en cada oído y que se acerca de una manera peligrosamente sospechosa a las drogas alucinógenas “tradicionales”. Este detalle hace que conseguir drogas auditivas, tenga su costo, uno que podría compararse con el de drogas en su versión física, teniendo precios desde 5 a 10 dólares dependiendo de qué tipo de estímulo sonoro se quiera consumir, o en este caso, escuchar. Pero si usted amigo lector no tiene 15.000 pesos para adquirir este tipo de drogas, en internet existen versiones gratuitas que, según dicen y he probado, son menos “impactantes” que las que tienen costo y que son hechas por empresas dedicadas ciento por ciento a ello.

     Y es que para escribir esto que usted está leyendo, y después de consultar la relación histórica entre música y estados alterados de conciencia, me di a la tarea de escuchar marihuana, LSD, cocaína y anfetamina, si…escuchar. Tengo que decir que en general las piezas musicales utilizadas para estos efectos son básicamente música electrónica hecha de manera bizarra, con cambios de ritmo y métrica muy abruptos y con un uso de efectos estridentes y modulaciones de sonido que no solo se escuchan, sino que se perciben interiormente. Como ya lo experimenté y la verdad no sentí el gran cambio de estados mentales que esperaba, aquí les comparto lo que escuché, a ver si pueden ingresar a esos niveles superiores de conciencia y logra ver mariposas flotando en un mar estelar.

     A modo de advertencia, aunque científicamente no está comprobado que este tipo de estímulos auditivos genere adicción, como lo hacen las versiones verdaderas de las drogas, no se recomienda que se abuse de las escuchas, porque aunque efectivamente es muy poco probable que generen alucinaciones o “viajes” fuertes, si pueden causar respuestas físicas como taticardia, estrés, dolor de cabeza e incluso mareos. Todo depende de que tan sensible pueda ser usted.

     Y como última aclaración y a modo de…¿escudo legal?, la ley colombiana no ha reglamentado y no se ha pronunciado entorno a las drogas auditivas, -creo que teniendo en cuenta nuestro atrasado sistema de leyes,  no lo hará en mucho tiempo- por lo cual, hasta ahora, es totalmente permitido compartir enlaces a drogas auditivas por este medio. Nos lavamos las manos como Poncio Pilatos, pero en fin,  después de estas advertencias, ahora sí, póngase audífonos, aíslese, cierre los ojos y ¿disfrute?:

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