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TODO ESTÁ 

PERMITIDO

Por: Johan Andrés Rodríguez Lugo 
imagen tomada de Imdb

La pantalla de cristal ha sido rota. La información, contactos, lugares, ideas y pensamientos
ahora recorren el cuarto, la ciudad, el mundo. Black Mirror es esto, un universo completo
de deseos cumplidos y por cumplir; un conjunto de experiencias y rencores que se
acomodan estratégicamente, de manera moralista y con un uso exclusivo de la tecnología.
Esta serie describe cómo el mundo interactúa con estas herramientas futuristas que tanto
miedo generaron en el pasado y a las que ni siquiera Terminator, Matrix o los Supersónicos
pudieron controlar.


El sol empieza su ascenso monótono, la luz del día invade cada espacio del cuarto y lo
primero que hacen – hacemos - es apagar la alarma que suena en el celular, revisar las
notificaciones, retuitear algo que nos gustó, compartir el meme del día y enviar unos
cuantos mensajes a personas que en pocas horas tendremos al lado. Porque así es Black
Mirror, narra la cotidianidad con historias reales que les suceden a los habitantes de este
universo.


Al principio se pensó que la temática era simplemente la tecnología, la euforia de las
masas, los deseos reprimidos de quienes aprovechan las redes sociales para ser lo que
nunca han podido ser, o peor, para hacer lo que en la “vida real” no se atreverían: insultar,
humillar, castigar, desear la muerte, matar. Pero luego de la primera temporada conocimos
una serie que habla de ellos y de nosotros, de los implementos necesarios para destruirnos
como si diariamente no lo hiciéramos. La tecnología se apodera entonces de cada espacio
de la vida, de cada pensamiento, de cada acción.


En muchos capítulos muestran a los habitantes de un mundo totalmente cerrado quienes
tratan de conseguir méritos para salir de la monotonía y llegar a la verdadera felicidad. Todo
en esta serie trata de esto, la búsqueda del éxtasis individual por medio de objetos, casas,
paredes y automóviles que se vuelven pantallas interactivas a necesidad; la búsqueda de
méritos es constante, pedalear siempre para conseguir recompensas y volver a pedalear para
obtener más beneficios y así poder llegar más lejos, tanto cómo los de arriba lo permitan.


Algunos ensayos de Freud explican que los recuerdos que creemos tener se basan en
experiencias presentes frente a las pasadas, es decir, que todo depende del momento en que

estamos viviendo para saber la forma en que recordaremos algún hecho. Existen recuerdos
que se encuentran escondidos muy en el fondo del cerebro y solo una situación extrema
podría traerlos, una situación tan extrema como presentir una infidelidad. Y con esto la
serie trabaja muy bien. Los protagonistas siempre aparecen luego de la monotonía para
intentar cambiar las reglas que, desde antes en este universo, parecen haberse determinado
y más cuando alguno que otro capítulo toca el tema del amor, porque tanto allá como aquí
este sentimiento siempre genera una revolución.


Son en total, hasta ahora, cuatro temporadas y 19 capítulos. Todos con historias, personajes, situaciones y espacios diferentes. Un universo construido sobre las bases de la tecnología, los deseos, el amor, las relaciones y el odio hacia los demás. Creada por Charlie Brooker y producida por Zeppotron, conocida en el mundo británico por su fortaleza en la comedia. BM es transmitida en sus inicios por la televisión británica y ahora disponible en aquella plataforma innovadora y un poco adictiva, el nuevo Google de los que gustan de películas, series, programas de Tv y documentales: Netflix.


Esta serie en sí misma es fundamental para comprender la condición humana entrelazada a
la tecnología en su distópica forma de ser narrada. Contiene historias tan certeras que nos
dejan un sin sabor y un pensamiento de que falta poco para calificar a los demás con 5
estrellas y que esto sea necesario para que cada quién pueda tener un estilo de vida cómodo.


Black Mirror ha intentado narrar los temas de la agenda mundial, la polarización ciudadana
frente a la nueva política, o la vieja en muchos casos. Temas que pretenden mandar una
señal de alerta sobre la situación ambiental, social, económica y política del mundo, nuestro
mundo. Así ocurre en uno de los capítulos más representativos para quien escribe esta
reseña, llamado Odio Nacional (alerta de spoiler), un capítulo extenso, el sexto de la tercera
temporada en donde su hora y media de duración retrata un futuro sin abejas, una compañía
multinacional que ahora las produce como robots y un usuario de redes sociales que crea un
juego en el cual mediante el #MuerteA logró centralizar los deseos de miles de usuarios para pedir la muerte a la persona que ese día es tendencia mundial por algún delito, error, o que sencillamente “merezca morir”. Algo que al parecer solo ocurriría en esta ficción, pues quién sería capaz de utilizar un #hashtag para promocionar la persecución hacia otra persona.

Este espejo negro se ha convertido en una de las series más vistas. Quizás su éxito radica,
como lo dijo la escritora Carolina Sanín, en que somos tan doble moralistas que
necesitamos de historias cotidianas sobre el rencor y la muerte para sentirnos satisfechos
con el estilo de vida que llevamos, acusando a otros de cosas que en la intimidad tal vez
estaríamos dispuestos a hacer. Si bien esta serie ha tenido mucho de qué hablar, el turno es
para usted, para que la vea, la analice, la interprete y se visualice en este cristal de
cotidianidad tecnológica donde todo está permitido. Es necesario aclarar que no se trata de
buscar una excusa para ponerle un papel a la cámara de su computador por temor a que lo
estén vigilando, tampoco es necesario que luego de verla deshabilite la opción de ubicación
de su celular con la esperanza de que no sepan dónde está. Basta, de algún modo, con que
entendamos que la culpa de los males cotidianos no está en las redes ni en los celulares,
sino al interior de la expresión: “el medio es el mensaje”.

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