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EL RETO DE LA INDUSTRIA ES LA TRADICIÓN:ZAPATEROS

Hay hechos históricos como el terremoto de 1999 que producen giros en la vida de las personas. Este suceso dejó a cientos de familias quindianas sin empleo, obligándolas a buscar diferentes alternativas de trabajo, como puestos de dulces, frutas o verduras en la calle, o en otros casos empujándolas a poner en práctica habilidades aprendidas que nunca pensaron tener que usar. Lo que para unos era el final, para otros fue el principio de una nueva vida. Este fue el caso de Germán Velásquez, un zapatero oriundo de Armenia que vio en el terremoto un renacer.

 

Desde temprana edad Germán empezó a trabajar. Desempeñaba labores como vendedor y auxiliar en el almacén de zapatos que administraba su hermano. Este acercamiento al mundo de las ventas y fabricación de calzado, fue el primer paso hacia un oficio que no sospechaba se convertiría en su principal fuente de ingresos y a cuya industria, años después, aportaría en gran manera.

 

Fue la calle 23 entre carreras 15 y 16 en la ciudad de Armenia, Quindío,  la testigo de la primera sociedad que sin éxito formó este zapatero. Su inexperiencia fabricando calzado hizo que su socio tuviera ventajas sobre él, pues éste que sí sabía cómo hacer zapatos; sólo lo quería usar por su experiencia en el área de ventas. Les tomó tres días darse cuenta de que el negocio no sería fructífero y entonces decidieron separar sus caminos.

 

 “El viejo se llevó sus máquinas y yo me quedé en el local sólo”, cuenta Velásquez. Este acontecimiento aunque negativo en su momento, fue el segundo paso hacia una vida dedicada a la zapatería.

 

 En medio del afán por saber qué haría con el local y la poca o mucha experiencia que tenía con los zapatos, a Germán se le ocurrió montar un taller de reparación de calzado.

 

“conseguí un zapatero que era familiar mío, primo, y me lo traje a hacer reparaciones, entonces cuadré y fui y le compré todos los insumos para que él empezara a trabajar”, a partir de ese momento Germán empezaba, sin saberlo, a enamorarse del mundo de la venta, fabricación y reparación de zapatos mientras alternaba con un negocio poco común: “todo lo que me decía una persona que necesitaba yo iba y se lo conseguía. Yo tenía como lo que se hace hoy en día en un almacén dentro del celular (OLX)”. Su esposa tomó frente en el taller de reparación y le animó a que empezara a fabricar zapatos después de que varias personas preguntaran si prestaban este servicio. Velásquez se negó al no tener suficiente conocimiento sobre esto.

“Entonces esa noche mi esposa me dijo: mijo, ¿y usted por qué no hace el diseño? Esa misma noche sin tener el conocimiento ni la metodología, me agarré como hasta las 3 de la mañana a hacer eso. Al otro día ya con el diseño hecho compré el cuero y fui donde un conocido amigo, no le dije que yo había sacado el modelo, entonces se lo pase para que hiciera los cortes. Es que esto tiene 4 pasos: primero es el diseño, luego la cortada, la otra es la guarnida y después es la soladura. Yo ya iba en la parte de guarnida y faltaba la soldadura que es cuando usted agarra la horma, el corte y lo pone con el resto de los materiales”. Fue así como terminó su primer par de zapatos, y la satisfacción que sintió al ver feliz a su primer clienta lo motivó a seguir con el negocio. Descubrió que no sólo era bueno para vender sino para fabricar calzado con facilidad. Se sumergió en un proceso de aprendizaje desafiándose a diseñar, cortar y soldar zapatos. “Todas las noches acababa diseños para dama,  niño, caballero, sacaba botas, bajitos, altos”.

 

El sismo del 99, de 6,4 grados en la Escala de Richter, fue un nuevo comenzar para la familia Velásquez. “El terremoto nos acabó, pero al mismo tiempo fue bendición porque de ahí para acá hemos tenido otra visión del negocio, y antes del terremoto yo me había ido a hacer un curso a Bogotá de la cuestión del calzado ortopédico de las plantillas y de todo lo que tiene que ver con eso. Fue una oportunidad muy grande”

 

En ese momento Germán, su esposa e hija tomaron papel y lápiz para decidir qué rumbo tomaría el negocio. En una lluvia de ideas concluyeron que se enfocarían en el calzado ortopédico ya que en Armenia la demanda se suplía con productos fabricados en Bogotá. “Ese calzado era muy feo. Solamente eran colores negros, vino tinto, café, pero eran unos zapatos horribles”. Esta fue una gran oportunidad para este zapatero quindiano. Después de algunos trabajos fue elegido por la alcaldía de Armenia para fabricar 30.000 zapatos en menos de 3 meses, “Batimos el record de producción porque nadie ha hecho 700, 800 o 900 pares de zapatos diarios.” Este proyecto fue una gran oportunidad de empleo y benefició alrededor de 198 personas que trabajaron hombro a hombro para cumplir con la meta. “Eso fue un proyecto que presentó el alcalde cuando vino el presidente. Generó mucha controversia y salió hasta por la prensa porque buena cantidad de esos obreros tuvieron la oportunidad de pagar muchas deudas. Eran gente que se ganaba 700 mil semanales, buena plata.”

 

Después del desafío de fabricar tantos zapatos en tan poco tiempo, Germán pudo mudarse a un local más amplio en donde siguió fabricando zapatos ortopédicos para todos los gustos y necesidades, convirtiéndose en el primer zapatero en calzado de este tipo en el municipio de Armenia, lo cual facilitó su competencia en el mercado, ya que sus clientes no eran sólo de la zona cafetera del país.

 

Al igual que Germán Velásquez, el zapatero vallecaucano William García, que labora en Circasia, Quindío, manifiesta que no ha tenido problemas con la industria.

“No. La verdad nunca me he sentido afectado, pues hago muy bien mi trabajo y tengo una clientela fija. También hay mucha gente de otras partes como de Estados Unidos y Canadá que les gusta mucho mi trabajo, y cada vez que viajan vienen y yo les hago el zapato que deseen. Manejo unas revistas, ellos escogen el zapato y yo se los hago a la medida. Vienen también muchas personas en busca de zapatos ortopédicos, no me especializo en ello pero sí tengo mucho conocimiento pues trabajé un largo tiempo para la clínica San Carlos elaborando este tipo de zapatos”.

 

Como William y Germán, muchos zapateros empezaron por necesidades económicas, después se enamoraron del oficio y empezaron a disfrutar de cada entrega a los clientes.

 

“Mi mayor motivación es que yo adoro este trabajo. Cuando le entrego a una persona un par de zapatos y lo veo salir mejor, después de aliviarle tanto problema, yo ahí hasta lloró de la emoción tan grande. Yo quiero mucho esta profesión” dice Germán Velásquez.

 

A pesar de que hoy existen cientos de lugares en donde se puede comprar calzado, incluidos los sitios de internet que ofrecen incontables estilos, en Colombia existen talleres en los que aún se fabrican zapatos. Estos nos dan la oportunidad de tener en nuestras manos modelos casi idénticos a los de diseñador,  pero con la diferencia de que son  realizados por manos artesanas de la región, manos que se fijaron en cada detalle para entregarlos en perfectas condiciones y mejor, de acuerdo a nuestras necesidades.

 

“Pueden traer el diseño o enviarlo por el computador. Mejor dicho, si en estados unidos vio los zapatos marca tal, eso se pone ahí en el computador y salen ‘jijuemil’ cantidad de zapatos de todos los diseñadores.”

 

Hoy, Germán a sus 62 años recuerda cómo en su época los padres enseñaban a sus hijos los oficios tradicionales que se habían transmitido de generación en generación. Reclama cómo en la actualidad prohíben que los niños trabajen, asegurando que ésta es una de las razones por la que los jóvenes recurren a las drogas. “No pensaron esa parte de enseñar los oficios. Ese problema no sólo lo tenemos nosotros, también la ebanistería, los mecánicos, todo el mundo, porque el gobierno nos quiere meter los dedos a la boca diciéndonos que si uno le enseña esas a cosas desde pequeño los está castrando para la posibilidad del aprendizaje, si antes está haciendo algo que después lo puede combinar con lo que usted quiera estudiar”.

 

Este Zapatero Quindiano sueña con aumentar la producción de calzado ortopédico y hacer zapatos para diabéticos quienes demandan un tipo especial. “Esos zapatos son muy suaves, no pueden quedarles ajustados, no pueden hacer presión ni apretar. Además de los materiales, que los hacen una pluma, tienen que ser livianos”. Velásquez quiere ser  reconocido  por  su  calzado  y  al mismo tiempo ayudar a las personas por medio de un oficio que muchos creen olvidado.

María Eugenia Manrique es psicóloga y trabaja en Bienestar Institucional de la Universidad del Quindío. Ella es una de las clientas más frecuentes de Germán Velásquez, pues su talla de zapatos es grande; calzados número 43 como los de ella son muy escasos en la industria, por lo que acude a un zapatero tradicional. Cada vez que María Eugenia quiere zapatos nuevos va a donde Germán y él le ofrece diseños diferentes. Si ella tiene alguno en particular, él puede hacérselo.

 

“A Germán lo conocí desde chiquita porque mi mamá también era cliente de él. De hecho, todavía lo es y eso que ella no lo necesita porque calza más pequeño que yo. Desde siempre ha sido el zapatero de la familia y ahora lo es para mi hijo. Creo que nunca va a dejar de serlo.”

 

Para la psicóloga Manrique, como profesional de humanidades, es sumamente importante rescatar y mantener estos oficios pues representan identidad, cultura y tradición. Ella, cuando se le presenta la oportunidad recomienda a todos sus amigos y conocidos utilizar los servicios de don Germán. Lo hace para promover y sostener el oficio de zapatero en esta era industrial.

 

“Lo que pasa es que ahora hay mucha industria y mucha innovación. Yo no quiero que la tradición se acabe porque lo vivió mi mamá, lo vivo yo y ahora mi hijo, por eso le cuento a todo el mundo lo maravilloso de tener zapatero.”

Luis Carlos Useche Ovalles, María de los Angeles Rey, Stephanie Alzate Jurado, Diana Lorena Tabares Pérez.

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